martes, 29 de septiembre de 2009

PEQUEÑO TRAIDOR


Este jueves es muy probable que sea el último día para ver en las salas de nuestra ciudad dos películas muy especiales. La primera se llama El pequeño traidor y está inspirada en una novela intitulada Una pantera en el sótano, del genial escritor israelí Amos Oz. Nació en 1939 en Jerusalén, Palestina y hoy es Israel. Toda su vida se ha dedicado a ser un escritor pacifista cuya creación se entrega a la reconciliación de judíos y palestinos en esa zona tan conflictiva del mundo. Yo sé que es un tema enfadoso para cualquier sudcaliforniano promedio, acostumbrados como estamos a ver en las noticias que del lado israelita hay desarrollo y tecnología, y del lado palestino, ejem… pedradas. El mexicano promedio tiene suficiente con sus problemas de diario como para andar de Madre Teresa de Calcuta de pacifista del Medio Oriente. He aquí la importancia de esta película, que sin complicaciones, nos sitúa en el conflicto desde la perspectiva de un niño de diez años, listo y normal como tantos. Este niño es tan abusado que le apodan “Proffy” algo así como el “profe”, pues sobresale por su mente analítica.
Es 1947 y los británicos tienen ocupada Palestina y México se abstiene, en la Liga de las Naciones, ha decidir si Palestina debe o no ser un país independiente. Es interesantísima esa escena, puesto que vincula las esperanzas de un pueblo con el nuestro, actualmente preparando la gran celebración de un bicentenario con sabor a cobre. El niño Proffy se hace amigo del enemigo, el teniente británico Dunlop, interpretado magistralmente por el excelente actor de origen hispano Alfred Molina. De hecho, uno ve a este actor y se parece al típico señor mexicano alto, panzoncito, de nariz aguileña y mirada pícara. La amistad entre este hombre y el niño es conmovedora por el interés compartido por la lengua y religión hebraica. La película, que aboga por una Palestina multicultural, es una producción hebrea o israelita. Lo cual, de entrada, es inusual en nuestra pantalla. Escuchamos así diálogos en lengua palestina, hebrea e Inglés, principalmente.
Lo curioso es que el niño termina por simpatizar más con el liberalismo de su amigo inglés que con la radical postura de su familia y barrio. Sus compañeros no sólo critican su amistad con un británico, si no que le hacen la vida imposible, le aplican la ley del hielo, incluyendo su propio maestro (¡!). Pero, afortunadamente, hay un giro y no todo es malo en la vida del chico que, una vez que el británico es removido, conoce el amor a través de una sensual vecina que le lleva diez años y otra de su edad.
Es una historia sencilla balanceada entre drama y comedia. Su final es realista, nos ubica en la época en la que hoy vivimos, en la que afortunadamente la tolerancia es un valor inculcado y promovido, aunque a la hora de la hora, no es tan fácil llevarlo a la práctica. Entre otros premios, Amos Oz ha recibido el Premio Goethe en 2005 y el Príncipe Asturias de las Letras en 2007. Escritor muy recomendable en estos tiempos en los que parece que la solidaridad con los desposeídos nomás es de los dientes para afuera. Una excelente recomendación de cine internacional en nuestra ciudad.

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