jueves, 25 de febrero de 2010

Avatar


Supongo que a estas a alturas ya la has visto, previsible como es que arrase con o casi todos los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, mejor conocidos como los Óscares, en su edición 2010. Se despide así una década bastante pretenciosa e indefinida, y saluda James Cameron, a quien todos recordarán por aquel melodrama noventero llamado Titanic, que ya adelantaba su ambición.
¿Qué es lo que quiere este hombre? Sospecho que todo: que todos lo vean y escuchen a través de sus películas, y que todos cambien para bien y que todos… me puedo seguir así hasta el infinito, y agotar todas las palabras y la retórica. Cuando murió Walt Disney y surgió el nombre de Steven Spielberg como hacedor de entretenimiento espectacular mundial, también poco a poco emergió el nombre de James Cameron como el de un creativo singular. Muchos hoy consideran Avatar su obra maestra, y uno se pregunta si no habrá otros tantos proyectos en su cajón, con el objetivo de conquistar el mundo una vez más y de una vez por todas.
Con Avatar se cumplen muchas de las expectativas que uno tiene al sentarse a ver una película: que sea entretenida, que te haga sentir bien y hasta inteligente (jajajá, eso es fácil en la medida que la gente se impresiona fácilmente). En Avatar, el hermano discapacitado de un científico caído en la batalla reconquista su viejo sueño: volver a caminar y correr, esta vez en un nuevo planeta, más puro y salvaje que el Amazonas. Nuevas lunas, nueva flora y fauna, la película renueva nuestra fantasía y utiliza a la ciencia como inspiración. Allí estriba un gran acierto, en vez de darnos foquitos con soniditos como en película del Santo y Capulina, esta vez los avances tecnológicos están tan consolidados que no hay nada en la cinta que se vea falso, chafa o torpemente efectista.
Hay historia de amor y hasta sensualón se pone el asunto (con la correcta censura pues hay niños en la audiencia, y son tan molones que no queremos que se adelanten a los adolescentes, con ellos tenemos bastante ya!). Simplemente la sugerencia de que los avatares tienen casi doble estatura que un humano, mueve a varias interrogantes. El color azul de la piel generó inmediatas comparaciones con los pitufos, y en la India ya pidieron la intervención de Míster Cameron para que cierto lugar sagrado no se vuelva mina. Salvo que Cameron sea más poderoso que toda la mafia minera, en la Sierra de la Laguna podíamos hacerle un busto si parara el proyecto minero de nuestra zona sagrada, que se supone protegida de todo mal (incluyendo malos gobiernos y gente malintencionada).
La versión subtitulada y 3D es sensacional, más de dos horas en las que uno se solaza con colores bellísimos, mundos distintos que contagian imaginación, paisajes que desafían la lógica gravitacional terrícola y subrayan la superioridad de Natura frente a sus inquilinos temporales: nosotros. Mucho se agradece la ausencia de historias paralelas donde un niñito cae en peligro y lo rescatan, o de la torpe chica que cae y se quiebra una pierna en plena persecución. Esos clichés del cine del siglo pasado que dejaron tarado a más de un fan de melodrama, entre otros, entran en peligro de extinción a partir de Avatar. Qué bueno que así sea!

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