Rudo y cursi
Supongo que no es difícil convencer a cualquiera de nuestros compatriotas de que la identidad nacional mexicana navega entre la rudeza y la cursilería. Supongo también que ya fuiste a ver esta película, que si andabas de humor te gustó y que reconociste a nuestra querida sudcaliforniana Dolores Heredia, Lolita Heredia con cariño, haciéndola de madre, precisamente, del rudo y del cursi.
Es una comedia, y en un tono heredado por Y tu mamá también, del 2000, casi ya con una década de por medio, nos llega esta secuela que se cuela con gracia, todavía, por tratarse de fútbol y rancheritas (las canciones) o música grupera, o de banda, como gustes llamarlas, que al fin y al cabo sabemos que se trata de lo mismo: música de baja calidad cuyo atractivo radica en ver quién levanta más polvito con sus botitas picudas en un estadio Arturo C. Nahl lleno de atletas del hot-dog & beer e instalaciones sanitarias de primera. “Primera y última vez que vengo a un baile sarra para la chuntarada”. ¡Perdón por los comentarios clasistas! (já). Bueno, cosa muy distinta es cuando el cantante que berrea es Gael García, porque lo hace tan convincentemente que espero no lo maten los narcos y entonces sí lo canoniza el pueblo con devoción lela. ¡Perdón por los comentarios clasistas, una vez más! (jé).
Esta cinta es para adolescentes y adultos pues las bromitas que se gastan en los baños de los vestidores parecen sacadas de sitios semiporn internet. Lo bueno es que es en tono de comedia, si no, censura, Derechos Humanos y lo que resulte se hubieran unido en su contra, allí mismo afuera de taquilla. No se aguanta la palomilla.
Básicamente, esta película se puede interpretar como una reacción ante años de enlelamiento televisa cobijados bajo el binomio gobierno-SEP para garantizar que México siga siendo un país rico en pobreza. De acuerdo a esta realista comedia que casi parece un documental, las tres grandes opciones para la juventud están en convertirse en futbolista, cantante berreador de himnos campiranos de ingenuidad ramplona o narco que te quiero narco. Así las cosas, de ser recolectores de plátanos, pasan a ser famosos. Con un sabio argentino como narrador (Batuta), la historia nos lleva de la mano desde el ascenso hasta el descenso a esa fama televisiva que el público disfruta tanto como una crucifixión.
Carlos Cuarón, hermano menor de Alfonso, se sacó la lotería al tener como productores a los tres magos del cine mexicano actual: Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu. Juntos son la productora “cha cha chá” un chá por cada cual, un tino inigualable para calibrarle el gusto al respetable. Palabrotas van y vienen pero con gracia, incluso con moraleja, porque entre apuestas y necedades románticas, el gordo cuñado narco construye más rápido la mansión de ensueño frente al mar que quería la mamá de los dos inmaduros protagonistas.
¡No te estoy contando el final! Simplemente te conmino a que veas esta cinta que apela a las dos principales características del ser nacional, antes de que la quiten. No es bueno verla en versión pirata porque esta película da gusto verla en el anonimato, junto a la muchedumbre en la oscuridad que se carcajea y celebra el ingenio mexicano, la ausencia de censura calculada y estirada al máximo. Cuando esa ausencia de censura llegue a la tele entonces equivaldrá a una segunda revolución cultural y no habrá necesidad de ninguna placa conmemorativa, pues la gente es más lista de lo que sus gobernantes creen.
Supongo que no es difícil convencer a cualquiera de nuestros compatriotas de que la identidad nacional mexicana navega entre la rudeza y la cursilería. Supongo también que ya fuiste a ver esta película, que si andabas de humor te gustó y que reconociste a nuestra querida sudcaliforniana Dolores Heredia, Lolita Heredia con cariño, haciéndola de madre, precisamente, del rudo y del cursi.
Es una comedia, y en un tono heredado por Y tu mamá también, del 2000, casi ya con una década de por medio, nos llega esta secuela que se cuela con gracia, todavía, por tratarse de fútbol y rancheritas (las canciones) o música grupera, o de banda, como gustes llamarlas, que al fin y al cabo sabemos que se trata de lo mismo: música de baja calidad cuyo atractivo radica en ver quién levanta más polvito con sus botitas picudas en un estadio Arturo C. Nahl lleno de atletas del hot-dog & beer e instalaciones sanitarias de primera. “Primera y última vez que vengo a un baile sarra para la chuntarada”. ¡Perdón por los comentarios clasistas! (já). Bueno, cosa muy distinta es cuando el cantante que berrea es Gael García, porque lo hace tan convincentemente que espero no lo maten los narcos y entonces sí lo canoniza el pueblo con devoción lela. ¡Perdón por los comentarios clasistas, una vez más! (jé).
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Básicamente, esta película se puede interpretar como una reacción ante años de enlelamiento televisa cobijados bajo el binomio gobierno-SEP para garantizar que México siga siendo un país rico en pobreza. De acuerdo a esta realista comedia que casi parece un documental, las tres grandes opciones para la juventud están en convertirse en futbolista, cantante berreador de himnos campiranos de ingenuidad ramplona o narco que te quiero narco. Así las cosas, de ser recolectores de plátanos, pasan a ser famosos. Con un sabio argentino como narrador (Batuta), la historia nos lleva de la mano desde el ascenso hasta el descenso a esa fama televisiva que el público disfruta tanto como una crucifixión.
Carlos Cuarón, hermano menor de Alfonso, se sacó la lotería al tener como productores a los tres magos del cine mexicano actual: Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu. Juntos son la productora “cha cha chá” un chá por cada cual, un tino inigualable para calibrarle el gusto al respetable. Palabrotas van y vienen pero con gracia, incluso con moraleja, porque entre apuestas y necedades románticas, el gordo cuñado narco construye más rápido la mansión de ensueño frente al mar que quería la mamá de los dos inmaduros protagonistas.
¡No te estoy contando el final! Simplemente te conmino a que veas esta cinta que apela a las dos principales características del ser nacional, antes de que la quiten. No es bueno verla en versión pirata porque esta película da gusto verla en el anonimato, junto a la muchedumbre en la oscuridad que se carcajea y celebra el ingenio mexicano, la ausencia de censura calculada y estirada al máximo. Cuando esa ausencia de censura llegue a la tele entonces equivaldrá a una segunda revolución cultural y no habrá necesidad de ninguna placa conmemorativa, pues la gente es más lista de lo que sus gobernantes creen.