martes, 24 de marzo de 2009

BIG STAN: A PRUEBA DE HOMBRES



En tono de comedia cuya hilaridad se ejecuta en términos físicos y una trama de locura testosterónica, esta película en su título original se llama Big Stan, dirigida y protagonizada por el famoso cómico estadounidense Rob Schneider. Aunque no estuvo nominada a Óscares, tampoco significa que sea una mala película, eh? Es una comedia que ciertamente ataca todos los miedos masculinos relacionados con ir a la cárcel y por eso su atinado título en español: A prueba de hombres, pues en otros países que comparten nuestra lengua, la han titulado “El matón de la cárcel”, hazme el carbón favor!

Para quienes de niños se deleitaban viendo a David Carradine con sus enseñanzas de artes marciales y filosofías orientalistas, es un placer sin duda verlo, después de tanto tiempo, instalado en el mismo personaje, y no por ello aburre o enfada. Al contrario, ahora es un anciano enfermo y amarguete, estricto entrenador, pero que con gran naturalidad admite ser impotente por fumar tanto. Pese a ello, carretonadas de colillas de cigarro lo rodean siempre y olores desagradable –menos mal que el cine es inodoro-. El misticismo exótico se caricaturiza al punto de comer licuados de ratones e hígado, alacranes negros y viborillas al almuerzo, como dieta de campeón. Sólo así la comida en la cárcel podrá ser disfrutable.

En sí, la trama es sencilla: Stan (Schneider) ha cometido fraude e irá a la cárcel por 3 años. El juez le da 6 meses para que se prepare y en su entrenamiento se obsesiona tanto con las violaciones, que termina pidiéndole a su novia que sea la primera en ejecutar lo inevitable. La novia, sorprendida al principio, termina accediendo a usar juguetes para adultos con tal propósito.
Llegado el momento, Stan también se hace tatuar la zona en peligro para ahuyentar todo intento. La película, que casi parece para adultos, admite adolescentes. En ese sentido, las escenas son como las de Rudo y cursi, pero más atrevidas, lo cual ya es decir bastante. Los reos se dividen, al parecer en cuatro grandes sectores: los latinos, los negros, los nazis blancos y los fanáticos de la cienciología, que es una secta en la que hablan tanto que te matan de aburrimiento. También hay menciones a las mafias orientales. El legendario actor Henry Gibson, apodado aquí Shorts, por chaparrito, sirve de guía a Stan por la cárcel, para que sepa desde el primer día de las pandillas, vicios, crímenes cometidos y toda la corrupción del sistema carcelario.

Si ya de por sí el tema de fraude por construir condos en zona prohibida y la corrupción en las cárceles nos suenan más que cercanos, esta comedia se adelanta a muchas al tratar el tema con una naturalidad propia del género. Si lo vemos con ojos morales, el cinismo del sistema es criticado por la película. Esa gracia inigualable se debe en gran medida al humor judío que caracteriza a Schneider y a la mejor tradición del humor gringo: no se trata sólo de decir groserías o exhibir la lacra social, sino que también se trata de usar una lógica inteligente para que el humor haga pensar al público, sin chantaje ni discursitos melodramáticos. Queda así la referencia sorprendente de una película que parece Karate Kid o Bill Kill, versión cómica, mezclada además con una película carcelaria que de cursi no tiene un ápice. Muy en tiempos de Obama: cero homofobia.

domingo, 15 de marzo de 2009

QUISIERA SER MILLONARIO





¿Y quién no? El modelo capitalista promete una mansión con alberca y carro del año, pero cuando éstos se obtienen, el virus de la ambición crece desmedido. Esta película india, cuyo título original es Slumdog Millionaire, arrasó en la última ceremonia de los premios de la academia, nominada a 10 Óscares, de los cuales obtuvo 8: mejor película, cinematografía, dirección, edición, sonido, guión adaptado, música y canción originales. Es todo un mensaje desde la India, país con mil cien millones de habitantes. Esto es, la población de México diez veces. El tratamiento de la pobreza ya no se concentra en la fórmula del melodrama sino que utiliza al melodrama para conmover y le adhiere nuevos ingredientes que se vuelven detonantes de un fenómeno mundial. Este es el tipo de cintas que la gente común te dice “tienes que verla, no te la puedes perder”. Espero que, pese a su tema muy conocido de un concurso de televisión para volverse millonario contestando preguntas de cultura general, quienes me leen en este instante no la hayan visto en versión pirata o bajada del Ades.
Esta es una película para verse en el cine, acompañado de una muchedumbre de desconocidos, de preferencia. Un baño de pueblo, dirán algunos, pero lo digo con la mejor intención. La historia, aunque conmovedora porque cuenta las peripecias de dos hermanos para sobrevivir la dura vida en la India siendo pobre, no te chantajea al estilo telenovelesco. Nos presenta a un chico abusado, observador, ambicioso pero no tramposo. Alguien tan común que se lleva la simpatía de todos casi desde el inicio. Es el chico que sirve el café, o digamos, el intendente que tiene sangre liviana y le cae bien a todos cual monedita de oro. ¿Todavía hay gente así? Sí.
Si esta cinta representa la llegada de los concursos de televisión como soporte a una historia para el cine, contada en dos horas aproximadamente, también representa un estilo narrativo a la hindú para contar historias, de manera ágil, misteriosa, con elementos de suspenso o dejados a la misma imaginación del espectador. Dos escenas son de antología: el baño de letrina para conseguir el autógrafo de un héroe cinematográfico, y el beso a una cicatriz que redefine y pone en la balanza qué es lo más fuerte, si el amor a la belleza o la belleza del amor. Parece que fuesen lo mismo, pero nada es lo mismo.
Con este triunfo cinematográfico que más habla de la habilidad de los indios para hacer negocios, ya que Occidente está despertando de sus sueños de opio con China, ha llegado la hora del té y del Taj Mahal. Se ha iniciado una enorme e impresionante campaña para que el norteamericano promedio se interese en visitar la India. La comparación con México aquí se repite, pues si bien somos el vecino exótico, la India es exotismo superlativo: colores, sabores, olores, pobreza y riqueza en obscena desproporción.
Es curioso el título: slumdog sería perro de barriada, chinampo, un miembro más de la perrada. Cuando vemos las secuencias filmadas en esas cartolandias donde la basura parece adorno, donde las carpas de plástico azul parecen ser el único techo disponible, pareciera que parte de la película se hubiese rodado en nuestras colonias aledañas allí donde tantas necesidades necesitan ser cubiertas, entre redadas e ilusiones perdidas. Pero que ya le bajen a la reproducción. Digo. Ah, ojo a las frases en español en el número musical final. Y la tipografía! Un éxito.

LA DUDA





Aunque tampoco ganó todos los Óscares a los que fue nominada, esta película vale mucho por su tema y por la consagración actoral de sus protagonistas. Ha sido multipremiada en otros festivales y por asociaciones de críticos.
La historia se ubica en los inicios de los años sesenta, tras el asesinato al presidente Kennedy, con un ambiente moral en Estados Unidos a la expectativa de señales de cambio. En Nueva York, en un colegio católico para niños y niñas de ascendencia italiana e irlandesa, llega un niño negro que quiere ser sacerdote y que empieza como monaguillo, sirviendo al Padre Flynn. Pero la hermana Beauvier desaprueba esa relación. Esta monja fue viuda y es interpretada magistralmente por la actriz Meryl Streep, norteamericana nacida en 1949 y que a lo largo de su carrera ha interpretado personajes tan diversos como memorables. Recientemente, fue la mamá en Mamma mía!, musical homenaje a ABBA. Ahora, en La Duda, Streep encarna todo lo contrario: una moral estricta, vigilante, radical, incansable, inflexible, increíblemente astuta y socialmente aceptada. Esto es, qué mejor que monjas estrictas a cargo de la educación de los niños en un país viviendo una revolución cultural, con la radio y la televisión diciéndoles a los jóvenes que la vida es sólo una y que hay que disfrutarla al máximo.
El padre Flynn, interpretado por Philip Seymour Hoffman, es la idea que todos tenemos actualmente de un sacerdote católico bonachón: gordito, simpático, con la sonrisa a flor de labios todo el tiempo, pulcro e impecable, contando chistoretes, tomando notas para sus homilías, cero racista o discriminador, a favor del deporte, la música, el baile, las canciones... Surge, inmediata y gratuita, una creciente animosidad entre la hermana Beauvier y el padre Flynn, agravada por el hecho de que el niño negro ha sido reportado tomando vino de la sacristía. La madre del niño negro, obrera, aduce que su marido le pega al niño no por el vino, sino por su naturaleza... una naturaleza que parece identificarse más con la personalidad del sacerdote alegre que el de la severa monja.
No te quiero contar el final, lo que quiero es que la veas. Esta película contiene, en su tema, una combinación explosiva. ¿Qué hacer con un niño cuya dulzura lo lleva a ser considerado, por los otros, afeminado? ¿pegarle hasta que se haga hombrecito? ¿castigarlo hasta que se vuelva machín? Recientemente se han publicado las estadísticas de suicidio juvenil en nuestro país, y el ochenta por ciento son varones que prefirieron acabar con su vida. Es obvio que para algunos la vida es insoportable y muchos quieren achacar a esos suicidios causas económicas, que forman parte de los factores entrecruzados, pero que esquivan una razón fundamental: culturalmente, la vida es insoportable para algunos.
La actuación de la madre negra, Viola Davis como la Sra. Miller, es conmovedora hasta las lágrimas. Ella está feliz de que el sacerdote proteja a su hijo, un hijo que en casa es golpeado por su progenitor. En cambio, la monja estricta, está empecinada en que el niño está a merced de un corruptor de menores. Asimismo, entra en juego la actuación de Amy Adams en el papel de la hermana James, cuya dulzura se debate entre apoyar al padre Flynn o a la madre superiora, cuya inteligencia no le quita lo arpía: una bruja que se desquebraja por ser tan dura y tan poco sensible a la vida, a otras versiones de la realidad. Altamente recomendada, para católicos practicantes y no. No te quedes con la duda.

LA ENTREVISTA DEL ESCÁNDALO


Aunque no ganó sus nominaciones al Premio de la Academia, esta película ha ganado diversos premios en festivales de cine. Es una cinta que aborda con realismo una famosa entrevista realizada por David Frost al entonces ya expresidente Richard Nixon, tras el escándalo Watergate. Se trata, evidentemente, de una película política, pero con el matiz del mundo del espectáculo. David Frost no era un entrevistador de presidentes, sino de gente famosa en general, un playboy del jetset en Inglaterra y Australia que quería hacer fama en Estados Unidos. Con esta entrevista lo consiguió: la entrevista rompió récords mundiales de audiencia: más de 400 millones de personas en el mundo.
La famosa entrevista del escándalo sucedió en 1977, en una casa habitación en California. Un millonario acuerdo previo estipulaba que sólo un cuarto de la entrevista podía versar sobre el escándalo político: una serie de actos corruptos de la Casa Blanca en relación con espionaje y micrófonos intervenidos para vigilar a la oposición, así como amenazas y crímenes tales como incendios deliberados, sobornos, tráfico de influencias. Cosas que nos suenan tan familiares hoy y que quedan sintetizados en la palabra fraude.
El presidente Nixon, durante la entrevista, juega hábilmente con la mente del entrevistador, al punto de controlar su voz para no poder ser interrumpido, y hacer parecer linduras sus tropelías. Cuando pasan imágenes de matanzas a civiles en Camboya, una invasión absurda y cruel, él culpa al enemigo y la gente incluso empieza a decir que votarían por él de nuevo. La entrevista parece en realidad un torneo de box. El entrevistador queda a merced del ridículo.
Llegado el momento final, la última sesión sobre el Watergate, que irónicamente, se ha vuelto una especie de apellido para cada nuevo escándalo político, Frost contraataca. Revela que su equipo de colaboradores ha hecho una investigación exhaustiva de archivos que no habían sido sacados a la luz pública, en los que se demuestra que el entonces Presidente sabía con antelación, meses atrás, de ciertas irregularidades que involucraban dinero mal habido. Es tal la sorpresa e indignación del ex Mandatario que empieza a perder el control en sus palabras y enuncia: hay cosas ilegales que un presidente tiene que hacer; el hecho que las haga un Presidente las vuelve legales.
Frost, quien al principio no se atrevía a interrumpir a un hombre con la investidura presidencial, se queda atónito. A este nivel, la entrevista ya es histórica. De ser un hombre lúcido, el entrevistado pasa al de un hombre perdido por el poder. Pero lo que a Frost le interesa más es conseguir algo que una buena parte del público norteamericano quería: que Nixon pidiera disculpas. Pero se niega. Y ahí es cuando se revela su verdadera figura en podredumbre. Una generación capaz de admitir haber cometido errores, pero imposibilitada, por su formación arrogante e ignorante, a pedir perdón.
Esta película es ampliamente recomendable a todos aquellos interesados en el mundo del periodismo, de la investigación académica, en la política. Han pasado treinta y dos años de la entrevista y aún mantienen vigencia muchos de sus temas, pues la corrupción defrauda y los medios son capaces de modificar el panorama. El director es Ron Howard, el mismo del Código Da Vinci, y los protagonistas son Frank Langella como Richard Nixon y Michael Sheen como David Frost. Véla pronto pues la quitarán este jueves.