En tono de comedia cuya hilaridad se ejecuta en términos físicos y una trama de locura testosterónica, esta película en su título original se llama Big Stan, dirigida y protagonizada por el famoso cómico estadounidense Rob Schneider. Aunque no estuvo nominada a Óscares, tampoco significa que sea una mala película, eh? Es una comedia que ciertamente ataca todos los miedos masculinos relacionados con ir a la cárcel y por eso su atinado título en español: A prueba de hombres, pues en otros países que comparten nuestra lengua, la han titulado “El matón de la cárcel”, hazme el carbón favor!
Para quienes de niños se deleitaban viendo a David Carradine con sus enseñanzas de artes marciales y filosofías orientalistas, es un placer sin duda verlo, después de tanto tiempo, instalado en el mismo personaje, y no por ello aburre o enfada. Al contrario, ahora es un anciano enfermo y amarguete, estricto entrenador, pero que con gran naturalidad admite ser impotente por fumar tanto. Pese a ello, carretonadas de colillas de cigarro lo rodean siempre y olores desagradable –menos mal que el cine es inodoro-. El misticismo exótico se caricaturiza al punto de comer licuados de ratones e hígado, alacranes negros y viborillas al almuerzo, como dieta de campeón. Sólo así la comida en la cárcel podrá ser disfrutable.
En sí, la trama es sencilla: Stan (Schneider) ha cometido fraude e irá a la cárcel por 3 años. El juez le da 6 meses para que se prepare y en su entrenamiento se obsesiona tanto con las violaciones, que termina pidiéndole a su novia que sea la primera en ejecutar lo inevitable. La novia, sorprendida al principio, termina accediendo a usar juguetes para adultos con tal propósito.
Llegado el momento, Stan también se hace tatuar la zona en peligro para ahuyentar todo intento. La película, que casi parece para adultos, admite adolescentes. En ese sentido, las escenas son como las de Rudo y cursi, pero más atrevidas, lo cual ya es decir bastante. Los reos se dividen, al parecer en cuatro grandes sectores: los latinos, los negros, los nazis blancos y los fanáticos de la cienciología, que es una secta en la que hablan tanto que te matan de aburrimiento. También hay menciones a las mafias orientales. El legendario actor Henry Gibson, apodado aquí Shorts, por chaparrito, sirve de guía a Stan por la cárcel, para que sepa desde el primer día de las pandillas, vicios, crímenes cometidos y toda la corrupción del sistema carcelario.
Si ya de por sí el tema de fraude por construir condos en zona prohibida y la corrupción en las cárceles nos suenan más que cercanos, esta comedia se adelanta a muchas al tratar el tema con una naturalidad propia del género. Si lo vemos con ojos morales, el cinismo del sistema es criticado por la película. Esa gracia inigualable se debe en gran medida al humor judío que caracteriza a Schneider y a la mejor tradición del humor gringo: no se trata sólo de decir groserías o exhibir la lacra social, sino que también se trata de usar una lógica inteligente para que el humor haga pensar al público, sin chantaje ni discursitos melodramáticos. Queda así la referencia sorprendente de una película que parece Karate Kid o Bill Kill, versión cómica, mezclada además con una película carcelaria que de cursi no tiene un ápice. Muy en tiempos de Obama: cero homofobia.