domingo, 15 de marzo de 2009

QUISIERA SER MILLONARIO





¿Y quién no? El modelo capitalista promete una mansión con alberca y carro del año, pero cuando éstos se obtienen, el virus de la ambición crece desmedido. Esta película india, cuyo título original es Slumdog Millionaire, arrasó en la última ceremonia de los premios de la academia, nominada a 10 Óscares, de los cuales obtuvo 8: mejor película, cinematografía, dirección, edición, sonido, guión adaptado, música y canción originales. Es todo un mensaje desde la India, país con mil cien millones de habitantes. Esto es, la población de México diez veces. El tratamiento de la pobreza ya no se concentra en la fórmula del melodrama sino que utiliza al melodrama para conmover y le adhiere nuevos ingredientes que se vuelven detonantes de un fenómeno mundial. Este es el tipo de cintas que la gente común te dice “tienes que verla, no te la puedes perder”. Espero que, pese a su tema muy conocido de un concurso de televisión para volverse millonario contestando preguntas de cultura general, quienes me leen en este instante no la hayan visto en versión pirata o bajada del Ades.
Esta es una película para verse en el cine, acompañado de una muchedumbre de desconocidos, de preferencia. Un baño de pueblo, dirán algunos, pero lo digo con la mejor intención. La historia, aunque conmovedora porque cuenta las peripecias de dos hermanos para sobrevivir la dura vida en la India siendo pobre, no te chantajea al estilo telenovelesco. Nos presenta a un chico abusado, observador, ambicioso pero no tramposo. Alguien tan común que se lleva la simpatía de todos casi desde el inicio. Es el chico que sirve el café, o digamos, el intendente que tiene sangre liviana y le cae bien a todos cual monedita de oro. ¿Todavía hay gente así? Sí.
Si esta cinta representa la llegada de los concursos de televisión como soporte a una historia para el cine, contada en dos horas aproximadamente, también representa un estilo narrativo a la hindú para contar historias, de manera ágil, misteriosa, con elementos de suspenso o dejados a la misma imaginación del espectador. Dos escenas son de antología: el baño de letrina para conseguir el autógrafo de un héroe cinematográfico, y el beso a una cicatriz que redefine y pone en la balanza qué es lo más fuerte, si el amor a la belleza o la belleza del amor. Parece que fuesen lo mismo, pero nada es lo mismo.
Con este triunfo cinematográfico que más habla de la habilidad de los indios para hacer negocios, ya que Occidente está despertando de sus sueños de opio con China, ha llegado la hora del té y del Taj Mahal. Se ha iniciado una enorme e impresionante campaña para que el norteamericano promedio se interese en visitar la India. La comparación con México aquí se repite, pues si bien somos el vecino exótico, la India es exotismo superlativo: colores, sabores, olores, pobreza y riqueza en obscena desproporción.
Es curioso el título: slumdog sería perro de barriada, chinampo, un miembro más de la perrada. Cuando vemos las secuencias filmadas en esas cartolandias donde la basura parece adorno, donde las carpas de plástico azul parecen ser el único techo disponible, pareciera que parte de la película se hubiese rodado en nuestras colonias aledañas allí donde tantas necesidades necesitan ser cubiertas, entre redadas e ilusiones perdidas. Pero que ya le bajen a la reproducción. Digo. Ah, ojo a las frases en español en el número musical final. Y la tipografía! Un éxito.

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