Aunque tampoco ganó todos los Óscares a los que fue nominada, esta película vale mucho por su tema y por la consagración actoral de sus protagonistas. Ha sido multipremiada en otros festivales y por asociaciones de críticos.
La historia se ubica en los inicios de los años sesenta, tras el asesinato al presidente Kennedy, con un ambiente moral en Estados Unidos a la expectativa de señales de cambio. En Nueva York, en un colegio católico para niños y niñas de ascendencia italiana e irlandesa, llega un niño negro que quiere ser sacerdote y que empieza como monaguillo, sirviendo al Padre Flynn. Pero la hermana Beauvier desaprueba esa relación. Esta monja fue viuda y es interpretada magistralmente por la actriz Meryl Streep, norteamericana nacida en 1949 y que a lo largo de su carrera ha interpretado personajes tan diversos como memorables. Recientemente, fue la mamá en Mamma mía!, musical homenaje a ABBA. Ahora, en La Duda, Streep encarna todo lo contrario: una moral estricta, vigilante, radical, incansable, inflexible, increíblemente astuta y socialmente aceptada. Esto es, qué mejor que monjas estrictas a cargo de la educación de los niños en un país viviendo una revolución cultural, con la radio y la televisión diciéndoles a los jóvenes que la vida es sólo una y que hay que disfrutarla al máximo.
El padre Flynn, interpretado por Philip Seymour Hoffman, es la idea que todos tenemos actualmente de un sacerdote católico bonachón: gordito, simpático, con la sonrisa a flor de labios todo el tiempo, pulcro e impecable, contando chistoretes, tomando notas para sus homilías, cero racista o discriminador, a favor del deporte, la música, el baile, las canciones... Surge, inmediata y gratuita, una creciente animosidad entre la hermana Beauvier y el padre Flynn, agravada por el hecho de que el niño negro ha sido reportado tomando vino de la sacristía. La madre del niño negro, obrera, aduce que su marido le pega al niño no por el vino, sino por su naturaleza... una naturaleza que parece identificarse más con la personalidad del sacerdote alegre que el de la severa monja.
No te quiero contar el final, lo que quiero es que la veas. Esta película contiene, en su tema, una combinación explosiva. ¿Qué hacer con un niño cuya dulzura lo lleva a ser considerado, por los otros, afeminado? ¿pegarle hasta que se haga hombrecito? ¿castigarlo hasta que se vuelva machín? Recientemente se han publicado las estadísticas de suicidio juvenil en nuestro país, y el ochenta por ciento son varones que prefirieron acabar con su vida. Es obvio que para algunos la vida es insoportable y muchos quieren achacar a esos suicidios causas económicas, que forman parte de los factores entrecruzados, pero que esquivan una razón fundamental: culturalmente, la vida es insoportable para algunos.
La actuación de la madre negra, Viola Davis como la Sra. Miller, es conmovedora hasta las lágrimas. Ella está feliz de que el sacerdote proteja a su hijo, un hijo que en casa es golpeado por su progenitor. En cambio, la monja estricta, está empecinada en que el niño está a merced de un corruptor de menores. Asimismo, entra en juego la actuación de Amy Adams en el papel de la hermana James, cuya dulzura se debate entre apoyar al padre Flynn o a la madre superiora, cuya inteligencia no le quita lo arpía: una bruja que se desquebraja por ser tan dura y tan poco sensible a la vida, a otras versiones de la realidad. Altamente recomendada, para católicos practicantes y no. No te quedes con la duda.
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