lunes, 30 de noviembre de 2009
El estudiante
Excelente película mexicana ambientada en el Guanajuato contemporáneo, con sesgo universitario de clase media a alta y extracción castiza, como si fuéramos españoles de segunda generación. No tengo ningún resquemor en aceptar mi ascendencia hispana, o es que hablamos náhuatl aquí? Como Guanajuato es sede del Festival Cervantino, la atmósfera de la historia tarde o temprano toca el tema de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. No desde el sobado rollo de su representación sino a un nivel más profundo y vital: ¿Cómo se vive El Quijote hoy en día, especialmente su filosofía y su romanticismo?
Cómo andará el país en estos tiempos de crisis total que ya hasta el fenotipo ha de justificarse? Deja a un lado el color de la piel y perfil europeo de los protagonistas. Ideológicamente, El estudiante confronta todo el cine hecho en México después del periodo llamado Cine de Oro, pues básicamente su tesis es que en la sociedad mexicana el trato que recibe la mujer define al hombre. En su aparente sencillez conservadora, es un argumento atrevido y vanguardista. El personaje en cuestión (interpretado por Jorge Lavat) es un caballero que no engaña a su esposa y el cariño aviva al matrimonio a través de los años, y así se desvanecen todas las posibles subtramas de engaño, lujuria y corrupción a la que nos tienen acostumbrados la constante del cine mexicano y la televisión: el licenciado que se va con la secretaria (jajajá, que obviedad tan mediocre pero así es la chinampada!).
Así que el argumento es muy hábil: en vez de sugerir la ridiculez de que el viejo se adapte a la debacle anímica circundante, entre crisis financiera y moral, los valores del viejito de 70 años se imponen con elocuencia: la templanza, la cordura, la serenidad, la mesura, el trato respetuoso al ser amado, la dignidad y el predicar con el ejemplo como premisas básicas, y una sabia combinación entre humildad y orgullo, cuando se requiere. Y hasta una bofetada bien dada a un vil.
Incluso, en El estudiante se percibe una ideología más allá de los partidos políticos: si te vas a casar, que sea por amor duradero y no andes con ridiculeces de divorciarte, si no, para qué casarse? Y si la exseñorita quedó embarazada, en vez de abortar, acepte el cariño incondicional de ese joven mexicano digno que la acepta con todo y bebé y que jamás le recrimina o reprocha, y adora al niño como si fuera propio. Por qué otras historias son tan obvias que ensalzan el machismo barato poniendo al galán siempre como agente de ADN? En cambio, en esta película el joven mexicano actual manifiesta una nobleza moderna a prueba de uso rudo.
El personaje del drogadicto quizá sea el menos profundizado, pero no demerita en absoluto. Es un chico confundido y el perfil mestizo implica una madre comprensiva cuyo amor incondicional soporta igual duras pruebas. Me atrevo a sugerir que el chico es drogo por ser bisexual reprimido, pero es mi humilde apreciación. Así, una película en apariencia conservadora y chapada a la antigua, resulta ser más propositiva que muchas otras que vanamente presumen ser progresistas.
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