lunes, 30 de noviembre de 2009

Los abrazos rotos


Es un privilegio ver la más reciente cinta de Pedro Almodóvar, el director manchego que tiene a España dividida: el sector conservador lo aborrece, el otro le adora. Es un hombre de más de 50 años y con maestría ejecuta el cine que se le antoja, un cine complicado cuyas bases están en las emociones genuinas.
Por aproximadamente dos horas, uno se deja llevar por los colores fuertes y vibrantes que definen la España cañí, y para el público cinéfilo se fusionan las grandes historias del cine europeo y norteamericano de los años cincuenta en una sola trama: la historia de un romance entre una actriz y el director de cine, y los celos enfermizos del productor de la película, un rico empresario obsesionado cuya personalidad recuerda al Ciudadano Kane.
La trama, rica en detalles, avanza y hace partícipe al espectador de ciertas posibilidades que convierten la resolución en duda: fue accidente circunstancial o premeditado el choque automovilístico que termina con los amantes? Ello nos lleva al escándalo de Lady Di, pero el escenario esta vez no es París sino Lanzarote, la isla española cuyas cenizas son tan negras como las playas de Santa Rosalía. La fotografía en este filme es impecable, y las dramáticas secuencias teniendo como fondo a los turistas ingleses que quieren aprender a surfear nos hacen sentir en casa, en Cabo.
A Almodóvar ya lo habían comparado con Buñuel. Esta vez, reutiliza a la bella Ángela Molina, quien fue una de las dos bellezas de Ese oscuro objeto del deseo, como madre del personaje interpretado por Penélope Cruz, quien absorbe entre otras famosas los visajes y modismos de Audrey Hepburn, Sofía Loren y hasta Marilyn Monroe. Intuyo que la vejez de Ángela Molina está subrayada, exagerada, por un maquillaje a propósito. Es el retrato de una familia modesta española de hoy, rechazada por la medicina estatal. Para el espectador joven no familiarizado con la cumbre de belleza física que fue Molina, es una tragedia que el detalle pase desapercibido.
Me atrevo a pensar que en su sabiduría generosa y compleja, Almodóvar nos está dando así una cátedra de la apreciación occidental del cuerpo de la mujer hoy en día. El parecido físico entre ambas actrices es extraordinario, y es una pareja madre e hija de las más creíbles que haya proyectado el cine recientemente. Para mí, es un mensaje sutil y velado a los fans de Penélope Cruz: la belleza física va y viene, es el acompañamiento de las tablas actorales y la capacidad de expresar emociones complejas las que hacen al público recordar un rostro por siempre, en una especie de eternidad que nos deja perplejos.
Es muy significativo el remake que Almodóvar lanza dentro de esta película, proponiendo una versión alternativa al clásico Mujeres al borde de un ataque de nervios, con nuevos diálogos y algunas caras nuevas, otras conocidas ya. Pero conviene preguntarse ¿por qué un título tan sugerente? Como salido de Amores perros, una película que a él le gustó muchísimo, ese choque interrumpe los abrazos de una pareja de amantes, igual que aquella foto interrumpió el anonimato de la pareja en la oscura arena. Qué película más bella, Los abrazos rotos.

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