jueves, 15 de octubre de 2009
EL DELFÍN: LA HISTORIA DE UN SOÑADOR
Por fin una película de animación sobre un vecino que continuamente vemos desde el malecón, saltando alegremente mientras desayuna en abundancia. El delfín, con su bello nombre e inteligencia asombrosa, su nobleza legendaria, apenas si parece ser apreciado entre tanta maravilla sudcaliforniana. Cuántas veces desde el ferry se le ve feliz, luciéndose atlético, dando la bienvenida a todo el mundo, juguetón como es. Su silueta ya adorna las esculturas del malecón. Debiera ser la mascota de más de una institución (como los delfines de Miami en el futbol americano)… pero por lo menos ya no tenemos delfinario controversial. Aunque la delfinoterapia es otra cosa, ejem.
El delfín: la historia de un soñador, es una historia realista que da voz a los personajes del mar. Es una película para toda la familia, coproducción entre Alemania, Italia y Perú, combinación sorprendente de países que unen sus esfuerzos para aportar una cinta muy grata, corta (al buen entendedor), cuyos monitos difícilmente se volverán logos de macdonalds y otras marcas publicitarias, por no ser tan comercialototes. La historia se ubica en las costas peruanas y también cerca de las islas Galápagos, tan representativas por su rol en la historia natural, pertenecientes a Ecuador, su vecino al norte.
Esta cinta de animación nos presenta la historia de Daniel Alejandro Delfín, un delfín que se sale de su grupo para explorar zonas desconocidas que despertaban su curiosidad y que lo llevaban a imaginar un mundo emocionante, lleno de peligros pero también de enormes satisfacciones, incluido en ellas el placer de surfear olas gigantes, cosa que logra tras combates con monstruos y un pulpo egoísta. Sobre la marcha, hace amigos pertenecientes a distintas especies por su naturaleza amigable y positiva. Uno de sus mejores amigos es el calamar Karl que, cual rémora, se le pega para viajar de a gratis y aprender. La historia así recuerda un poco el lazo entre Don Quijote y Sancho Panza, pues son dos idealistas recorriendo la zona y esperando siempre lo mejor en sus aventuras.
Curiosamente, este libro escrito por Sergio Bambarén, es un bestseller. Él es un escritor peruano que ha viajado por el mundo. Él, como su personaje, es un fanático del surf. Viajó por muchos países y finalmente volvió a su país. Su libro, escrito en 1996, ha sido ha traducido a más de cuarenta idiomas. A sus cincuenta años, Bambarén, quien se convirtió en productor de la versión cinematográfica, es un ejemplo de perseverancia, porque muchas veces, como a su personaje delfín, le dijeron que “no se podía” hacer lo que él deseaba. No sé por qué, o quizá lo sé muy bien, esa es la historia de Latinoamérica. Gente que se la pasa diciéndote no. Por eso hay niños que se vuelven hombres frustrados e infelices. Pero no todo está perdido, qué bueno.
Los colores en la cinta son fantásticos. Se recrea el mundo subacuático con gran intensidad y efectos de sonido que entretienen a pequeñuelos y grandezuelos. El pequeño delfín Sparky, se lleva la pantalla, y por momentos uno cree que la historia toda se tratará sobre él. Es un bebé delfín que padece narcolepsia y se queda dormido a la menor provocación, roncando y lanzando gases burbujeantes. También, típico, se sugiere una pareja romántica pero ello pasa a segundo término. La historia se centra en la rebeldía con un propósito de conocimiento que provoca crisis en su grupo inicial. Algo así como la desaparición de Luz y Fuerza del Centro para otros sindicatos charros y plazas heredadas.
Ampliamente recomendable, una película de animación que combina la tecnología generada por computadora con creatividad, una historia optimista sin sentimentalismo empalagoso, en un estilo realista agradecible, donde el principal aspecto metafórico o de fantasía es que, paradójicamente, el personaje “malo” de la película no parece pertenecer a ningún espécimen conocido, una mezcla de cocodrilo con tiburón prehistórico gigantesco, pero que, para sorpresa de todos, resulta ser el reflejo opuesto del delfín: un personaje amargado que se transforma gracias a la solidaridad de los amigos ganados a pulso. Me da un gusto enorme que el cine peruano cuente con esta adición a su cinematografía que está más allá de la concepción de los grandes estudios sobre lo que entretiene o conviene ver a los niños de hoy. El delfín no es la Señorita Laura y garantiza la bondad inteligente que le caracteriza. Es una ternura de cinta que ojalá veas.
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