domingo, 6 de diciembre de 2009

Las flores del cerezo


Excelente película alemana que estará en nuestras pantallas hasta este jueves 10 de Diciembre. La cineasta Doris Dörrie es una de las creadoras alemanas más reconocidas y con una trayectoria de originalidad desde que empezó a filmar, a los 20 años. Nació en 1955 en Hannover, Baja Sajonia y tiene en su haber aproximadamente una treintena de filmes. Es muy popular en los ambientes académicos norteamericanos.
En esta ocasión, el poético título Las flores del cerezo dejará un agradable sabor de boca a los amantes del cine que viven en Baja California Sur, o que andan de paso :-) Es una película que habla del amor que se puede tener a una cultura, en este caso la japonesa, aunque se sea alemán originalmente. En específico, es el amor de una mujer alemana, Trudi, quien siempre ha amado las cosas japonesas, especialmente el teatro o danza Butoh. El Butoh (se pronuncia butó) es una técnica teatral de danza japonesa, creada en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata, que tomó auge luego del fatídico bombardeo de Hiroshima y Nagasaki.




La práctica de la “Danza Butoh” es una meditación activa que busca reflejar en una coreografía de ejercicios físicos nuestro mundo creativo. La técnica esta compuesta por acciones simples y naturales que nos dan las nociones del movimiento. Puede ser practicado por todo tipo de personas que deseen mantener una armonía entre su estado físico y su mundo creativo.
Lo curioso en esta deleitable cinta de casi dos horas de duración, es que está construida a partir de sortilegios y aparentes infortunios. Esto es, se aplica el viejo refrán de “no hay mal que por bien no venga”. Se convierte así en una excelente recomendación fílmica para quien haya sufrido pérdidas y esté en duelo, pues es una película que enfatiza el tema de la viudez tanto desde el punto de vista femenino como del masculino. Es una historia íntima y sorprendente.
El esposo de Trudi se llama Rudi. Conviven con sencillez sus rutinas en un pueblecito alemán, algo así como Miraflores, como mera referencia comparativa. Pero llega el cáncer y la recomendación médica es “hagan un viaje memorable”. El martirio de contar a los hijos el motivo real toma un giro inesperado cuando uno de los viajantes se adelanta. Surge así la motivación profunda de viajar al Japón, el país de los cerezos en flor, belleza efímera como la vida, si se la aprecia a distancia.
La breve primera parte muestra el estrés de la vida citadina germana y pese a todo, la belleza perenne de la provincia: el mar. Luego, el estrés de la vida urbana nipona y pese a todo, la belleza sutil de la modestia, los sentimientos nobles genuinos, el confiar en la bondad de los desconocidos, la poesía que puede ser la vida, sencilla y profunda. La gente muere, todos lo sabemos, pero vivir la vida con poesía le da un significado de enorme belleza emocional que, por alguna extraña razón, los viejos y los niños aprecian mucho más que los jóvenes y los adultos. Para quienes creían que los germanos resultan ser invariablemente “fríos y calculadores”: véanla y se confirmará la excepción a la regla.

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